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Dios te guía y te fortalece si andas en Santidad Imprimir
Escrito por MAC   
Jueves, 08 de Diciembre de 2011 02:51
Dios te guía y te fortalece si andas en santidad
Filipenses 2:6-8
Introducción: Para muchos la santidad se circunscribe a una serie de conceptos que tienen poca o ninguna relación con aquello que deben vivenciar. Ser santo es movernos en la dimensión de la voluntad de Dios, caminando en Su temor, que no es otra cosa que apartarnos de todo aquello que nos induce al pecado y su materialización.
La santidad se construye, no en nuestras fuerzas, sino en las fuerzas que provienen de nuestro amado Dios y Padre, quien nos guía y afianza.
Frente a la condición pecaminosa del hombre, la santidad e Jesús estuvo unida al amor porque fue comprensivo y compasivo con el género humano. Aun cuando rechazaba el pecado, amada al pecado (Cf. Mateo 5:17-20) La santidad del amado Salvador le hacía inmune al pecado. Igual con nosotros: ser santos nos ayuda a sobreponernos a la tentación.
I. La santidad: del concepto a la aplicación personal
A. Cuando profesamos ser cristianos, debemos comprender que la vida cristiana tiene un componente esencial: la santidad. ¿Qué significa? Apartarnos de todo aquello que impide una buena relación con Dios. No significar irnos del mundo, porque sería una locura, pero sí experimentar una convivencia en la distancia. Una cosa es vivir en el mundo y otra, bien distinta, contaminarse con el propio mundo y lo que ofrece: la mundanalidad.
B. Cuando vamos a las Escrituras encontramos que en el mundo espiritual, los seres angelicales exaltan por una eternidad la santidad de nuestro amado Creador: "Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas, y estaba cubierto de ojos por fuera y por dentro. Y día y noche decían sin cesar: "¡Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el que era y es y ha de venir!." (Apocalipsis 4.8).
C. Si servimos a un Dios poderoso y santo, es necesario que vivamos en santidad-separados de todo cuanto nos lleva a un estancamiento o revés espiritual-y que nos fortalezcamos en el poder de Dios para afianzar la santidad en nuestra existencia.
D. El Señor Jesús tuvo un desenvolvimiento terrenal exento de todo lo que fuera contaminación, porque Él mismo, era santo y vivenciaba esa santidad separado de todo lo que pudiera convertirse en pecado.
II. La vocación de servir y la humildad, fundamentos de la santidad
A. Un cristiano que vive la santidad, tiene dos fundamentos que le permiten exteriorizar en su ser al Cristo que sirven: la vocación de servicio y la humildad. Cuando esos dos elementos están íntimamente ligados a nuestra existencia, deseamos vivir para servir a Dios y a su creación más maravillosa: el ser humano, y en segundo lugar, reconocemos que todos los pasos no son producto de los logros personales sino porque Dios nos permite avanzar.
B. Los apóstoles en sus oraciones, de acuerdo con lo que enseñan las Escrituras, tenían esos dos cimientos en su mente y en su corazón, de tal manera que sus oraciones siempre iban esa dirección, como cuando pidieron fortaleza al Señor en medio de las persecuciones: "...que por tu poder sanen a los enfermos y que hagan señales y milagros en el nombre de tu santo siervo Jesús". (Hechos 4.30).
Es más, en la propia vida del amado Salvador, encontramos su máxima expresión de vocación de servicio y humildad cuando, siendo Dios, se hizo hombre para traernos redención: "...el cual: Aunque era de naturaleza divina, no se aferró al hecho de ser igual a Dios, sino que renunció a lo que le era propio y tomó naturaleza de siervo. Nació como un hombre, y al presentarse como hombre se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz". (Filipenses 2:6-8).
Es imperativo que nos preguntemos hasta qué punto hemos desarrollado, con ayuda de Dios, la vocación de servir en nuestra existencia, y qué grado de humildad evidenciamos no solo cuando nos expresamos y actuamos, sino cuando nos movemos en la intimidad, delante del Señor.
III. La santidad de Dios, que rechaza el pecado, está rodeada de comprensión y compasión divinas para
libertar al pecador.
A. Por su infinito amor para con nosotros, nuestro amado Salvador se hizo hombre. Comprensión frente a la inclinación pecaminosa del hombre, a quien se le dificultaba la santidad, pero también compasión para ayudarle a salir de esa situación, hasta el punto que el rey David escribió: "Nadie es comparable al Señor nuestro Dios, que reina allá en lo alto". (Salmo 113:5).
B. Dios mostró Su amor al mundo al enviar a Su Hijo Jesús. Su santidad y humildad siempre ha estado presente a lo largo de la historia del género humano, condición que los cristianos del primer siglo reconocían plenamente (Cf. Marcos 15.39; hechos 2.27, 13:15).
C. En la propia vida de nuestro Señor Jesús encontramos que se puede vivir la santidad en un mundo contaminado por el pecado. Es a través de Su Espíritu Santo que encontramos la fortaleza para poder afianzar la santidad en nuestra existencia.
Conclusión: Preguntas para reflexionar
a. ¿Por qué debemos pasar del concepto de santidad a la vivencia de la santidad?
b. ¿Por qué quienes profesamos ser cristianos debemos tener en alta estima la santidad?
c. ¿Qué importancia revisten la vocación de servicio y la humildad al vivenciar un cristiano la santidad?
d. De acuerdo con Filipenses 2:6-8, ¿qué hizo Jesús, nuestro amado Señor, por amor a la humanidad?
e. ¿De qué manera se expresa la compasión y comprensión de Dios para con el pecador?
f. ¿Cómo podemos tener la certeza de que los cristianos del primer siglo reconocían la santidad de Dios?
Última actualización el Martes, 13 de Diciembre de 2011 04:42