Pureza y Santidad son inseparables |
Escrito por MAC |
Jueves, 08 de Diciembre de 2011 02:49 |
TEMA: Pureza y santidad son inseparables
Éxodo 15:11 Introducción: El cristiano debe comprender y aplicar en su existencia el concepto de santidad, que no es otra cosa que la separación voluntaria y consistente, de todo aquello que va en contravía de los principios trazados por Dios y, además, lo que nos separa de Su presencia. Cuando deliberadamente, conscientes de lo que hacemos, nos apartamos de Dios, damos pasos hacia el afianzamiento de la santidad en nuestro ser. Un cristiano que se mueve en la santidad de Dios tendrá la fortaleza para vencer la tentación y salir airoso en los períodos de pruebas. No lo hace en sus fuerzas, sino en las de Aquél que todo lo puede. ¿La razón? Pureza y santidad están estrechamente relacionadas, son inseparables. I. Santidad es apartarse del mal y vivir para Dios A. Ser santo no es algo imposible, como lo plantean quienes se encuentran alrededor nuestro, para quienes apartarse del pecado resulta imposible. Es posible en la medida en que nos movemos en la presencia de Dios. Santidad en esencia es apartarse de la maldad. Forma parte de la naturaleza de nuestro Padre celestial, tal como lo describe el profeta Samuel: "Entonces dijeron los habitantes de Bet-semes: "¿Quién se puede sostener ante el Señor, ante este Dios santo? ¿Contra quién irá cuando se aparte de nosotros?." (1 Samuel 6.20). B. La santidad que viene de Dios a nuestras vidas, produce transformación en la forma de pensar y en la forma como actuamos, y algo más importante aún, esa santidad es consistente, es decir, permanente y se refleja en nuestra cotidianidad. El apóstol Juan lo describió claramente: "Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión entre nosotros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7). C. ¿Qué debemos consagrar a Dios? De acuerdo con la Biblia, consagramos a Dios nuestra vida, nuestras posesiones-todo lo material-e incluso, los territorios. Es así como oramos para entregar en Sus manos, todo cuanto somos y tenemos. II. La santidad demanda consagración en el poder de Dios A. La santidad demanda nuestra consagración personal, absoluta. Es un proceso. No en nuestras fuerzas sino en la fortaleza y poder que provienen de Dios. Conforme vamos creciendo en las dimensiones personal y espiritual, andamos en reverencia delante de Dios. Lo hacemos porque reconocemos Su grandeza y majestuosidad. B. El mayor anhelo de un cristiano consagrado es moverse en esa santidad: "Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Aleja de tu vista mis pecados y borra todas mis maldades. Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!" (Salmo 51:7, 9, 10). C. Observe cuidadosamente que la santidad, tal como lo describen las Escrituras, y el propio rey David quien proclamó éste cántico está ligada a la pureza. Son inseparables y logramos su materialización en nuestro ser en la medida en que caminamos conforme a Su voluntad (Cf. Isaías 9:6) III. Gracias al Espíritu Santo, afianzamos la santidad en nuestras vidas |
Última actualización el Martes, 13 de Diciembre de 2011 04:46 |